El conocimiento es el cómo, la acción, la intuición, la habilidad adquirida a través de la experiencia.
Si se realiza una analítica de sangre a un paciente se obtendrán multitud de valores: sobre la concentración de diversas sustancias en la sangre, el numero de glóbulos rojos…. Todos estos valores serán datos. Sin embargo, según lo que el médico esté investigando, no todos esos datos serán aprovechables. Por ejemplo, si lo que el médico desea ver es si el paciente es diabético, los datos útiles serán los de concentración de glucosa en sangre; esa será la información para el médico. Imaginemos que el paciente tiene unos niveles de glucosa en ayunas de 140 mg/dL; de acuerdo a la experiencia, el médico sabe que ese valor corresponde a una persona diabética. Es decir, a través de la información obtenida y en base al contexto y la experiencia del médico, este puede llegar al conocimiento de que el paciente es diabético.
Hasta hace pocos años, la sociedad de la información no era más que un concepto. Por después, se fue materializando y se constituyó como una opción posible. Hoy en día, este tipo de sociedad se ha extendido a todos los ámbitos de nuestras vidas, especialmente en los países desarrollados. Ahora es, casi, una obligación.
En los países más desarrollados, hablamos de un hecho tan interiorizado que realmente pasa desapercibido, ya que las nuevas generaciones nacen en un entorno gobernado por las innovaciones tecnológicas. Así, para ellos es muy difícil imaginar un mundo en el que estas herramientas no existieran.
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